Los vecinos del barrio de Sant Antoni fueron testigos ciegos de un proceso de 8 años en el que solo eran capaces de intuir, a través de los sonidos de una obra, aquello que sucedía dentro de su mercado. Acordonado, el edificio iba encajando las piezas para volver a la vida.
A través de una publicación en formato periódico quisimos desacordonar esa frontera e integrar al barrio como elemento activo de esa arquitectura. Aquí las piezas sueltas, individuales, de todo aquello que ahora está ordenado. Podemos observarlas y reconstruir lo sucedido. Podemos reconstruir lo invisible.
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